Con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, Irene omi ha escrito el siguiente testimonio para la revista semanal Alfa y Omega.
Todos mis sueños transformados, por una promesa de Amor
Como todo lo que es del Señor como don de su Espíritu, es difícil de encerrar en unas palabras. Lo que sí es indudable es que este don recibido, la vocación a la vida consagrada como Misionera Oblata de María Inmaculada, ha transformado toda mi vida: el proyecto de lo que soñaba ser, la vocación que quería vivir, las relaciones familiares y con los que me rodean, el trabajo que deseaba realizar, el amor y la libertad que deseaba experimentar… El camino de felicidad que más o menos había trazado en mi mente y en mi corazón, fue siendo transformado, no sin temores ni rebeldías, por una promesa que rebasaba todo lo esperado y me abría a un Amor jamás imaginado. Haciendo memoria de mi historia, veo cómo me ha atraído hacia Él pacientemente, con lazos de ternura, con cuerdas de amor y, llamándome por mi nombre, me ha hecho nacer a una vida nueva en una comunidad apostólica nueva. ¡Toda una gracia del Espíritu Santo, que, como dice Juan, sopla donde quiere y nadie sabe de dónde viene y a dónde va! Unida a mis hermanas oblatas, somos llamadas a ser mujeres apostólicas, portadoras del tesoro incomparable, de la única Vida y esperanza del mundo, que es Jesucristo Salvador. El Señor ha estado grande con nosotras y estamos alegres.
Mirar la historia de mi vocación es reconocer cómo ha actuado, y sigue actuando, la acción de Dios en mí, gracias a la oración de tantos hermanos en la fe, conocidos y desconocidos, que me han sostenido en la respuesta de amor hacia Aquel que nos amó primero. El Señor desea que su Iglesia prolongue su voz e intercesión al Padre para abrir el corazón de tantos que Él llama a ser consagrados y pastores de su Pueblo. Pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.
Irene Aguilar
Misionera Oblata de María Inmaculada