Todavía en el primer mes del año 2011, quizá afloran en nosotros buenos y santos propósitos para el año nuevo. Conscientes de que el "espíritu es débil", a veces podemos desistir de marcarnos esas metas que hagan de nuestra vida algo más parecida a la de Jesús. Juan XXIII conocía ese sentimiento de debilidad, por eso se marcó el siguiente decálogo, conocido como "Decálogo de la Serenidad":
- Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
- Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie sino a mi mismo.
- Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino también en este.
- Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que todas las circunstancias se adapten a mis deseos.
- Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
- Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
- Sólo por hoy haré por lo menos una sola cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
- Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
- Sólo por hoy creeré aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mi como si nadie más existiera en el mundo.
- Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad.
"Puedo hacer el bien durante doce horas, lo que me descorazonaría sería pensar que debo hacerlo durante toda mi vida".